Soundtrack de un personaje odioso
Por: Joaquín Guillén
Cuando alguien me dice que “leer te hace mejor persona”...
me imagino a mi yo adolescente y le respondo que no. Sé que, al menos, no fue mi caso. Quizá si hubiera leído otras cosas. Pero no: un día llegó a mi vida El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, y nunca más pude dejarlo. Holden Caulfield expresaba toda la ansiedad que sentía en mis años mozos. Él odiaba a los phonies tanto como yo odiaba a los posers, y ambos teníamos una forma extraña de expresarnos. Hoy lo veo como lo que es: un berrinche. Esto no es para demeritar la novela, sino todo lo contrario. El gran éxito de Salinger está en darle una voz real con la que adolescentes y jóvenes se pueden identificar. Sin importar cuántos años pasaron entre la publicación de El guardián entre el centeno y mi penosa y dolorosa adolescencia, cada pensamiento y diálogo de Holden resonaba fuerte en mí. Un eco furioso de lo que significa ser adulto y estar solo, de la incertidumbre de crecer, de la depresión y la ansiedad, de las burlas y el bullying. En uno de los puntos claves de la novela, Holden dice que desea ser un guardián, una suerte de portero que atrape a los niños que están a punto de caer por un barranco. A mis quince años, la imagen me parecía enigmática. Hoy me parece triste.
Stephen Dedalus, el protagonista de El retrato del artista adolescente, de James Joyce, es otro antipático ejemplar.
Joyce inicia el relato con Stephen como un niño muy joven que poco a poco empieza a articular sus ideas, utiliza el flujo de conciencia (esa técnica narrativa que Joyce hizo su sello) de forma espectacular para meterse en la mente del personaje y enseñarnos lo fragmentario de los pensamientos juveniles. Contrario a Holden, Stephen es mucho más introvertido. Su naturaleza e inquietud lo arrojan a la religión y, después de una epifanía, a las artes. Stephen es un personaje ansioso, cambiante y arrogante en su conocimiento. La penitencia la lleva en su nombre: como Dédalo, Stephen está destinado a quemarse por volar tan cerca del sol.
No hay mejor tiempo para leer ciertos libros,
de generar empatía por personajes en crecimiento, que la adolescencia. En Holden y Stephen encontré inquietudes que no creí compartir con nadie. Leer a Salinger y a Joyce fue una experiencia que no habría sido igual en otra época de mi vida, sin la duda existencial que significa crecer.