UNA NOVELA CRIMINAL

UNA VERDAD SECUESTRADA POR EL PODER Y REVELADA POR LA LITERATURA

JORGE VOLPI

«Un fascinante relato sin ficción del caso Cassez-Vallarta que durante años conmocionó a la sociedad mexicana y llegó a generar un incidente diplomático entre Francia y México» - Fernando Savater, presidente del jurado del Premio Alfaguara

[Texto de contraportada]

La mañana del 9 de diciembre de 2005, el noticiero más popular de la televisión mexicana transmitió el arresto de dos peligrosos secuestradores y la liberación de tres víctimas.

Durante horas, los espectadores atestiguaron el operativo que culminó con la detención del mexicano Israel Vallarta y la francesa Florence Cassez. Semanas después, el jefe de la policía reconoció que la transmisión había sido producto de un montaje realizado a solicitud de los medios.

Con esta revelación dio inicio el asunto Cassez-Vallarta, uno de los procesos criminales más enrevesados de los últimos tiempos, el cual provocó una ácida disputa entre los presidentes de México y Francia, la captura —o la invención— de la banda del Zodiaco y una violenta polémica entre los defensores de las víctimas y quienes denunciaron las infinitas irregularidades del caso.

Valiéndose tanto del rigor del periodismo como de los claroscuros de la literatura, Una novela criminal es el recuento de esta historia verdadera que parece surgida de la más descabellada ficción policiaca y que se convierte en una apasionada reflexión sobre las posibilidades de la verdad y la justicia.

"Rompiendo todas las convenciones del género, el autor coloca al lector y a la realidad frente a frente, sin intermediarios. En esta historia, el narrador es tan sólo el ojo que se pasea sobre los hechos y los ordena. Su mirada es la pregunta, aquí no hay respuestas, sólo la perplejidad de lo real".

Del acta del jurado, integrado por Fernando Savater (presidente), Emilio Achar, Mathias Enard, Claudia Llosa, Sergio del Molino y Pilar Reyes.

Jorge Volpi

(México, 1968) Es autor de las novelas La paz de los sepulcros, El temperamento melancólico, El jardín devastado y Oscuro bosque oscuro, de la "Trilogía del Siglo XX" formada por En busca de Klingsor (Premio Biblioteca Breve y Deux/Océans/Grinzane Cavour), El fin de la locura y No será la Tierra, y de las novelas breves reunidas bajo el título de Días de ira. Tres narraciones en tierra de nadie. También ha escrito los ensayos La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, La guerra y las palabras. Una historia intelectual de 1994 y Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción. Con Mentiras contagiosas obtuvo el Premio Mazatlán de Literatura al mejor libro del año en 2008.

En 2009 le fueron concedidos el II Premio de Ensayo Debate/Casamérica por su libro El insomnio de Bolívar. Consideraciones intempestivas sobre América Latina a principios del siglo XXI, y el Premio Iberoamericano José Donoso, de Chile, por el conjunto de su obra. Ha sido becario de la Fundación J. S. Guggenheim, fue nombrado Caballero de la Orden de Artes y Letras de Francia y en 2011 recibió la Orden de Isabel la Católica en grado de Cruz Oficial. Sus libros han sido traducidos a más de veinticinco lenguas.

Fue galardonado con el Premio Alfaguara de Novela 2018 por Una novela criminal.

Quiero contribuir de alguna forma a mejorar el sistema de justicia. Encontrar una forma de defender mejor a quienes menos pueden defenderse

Jorge Volpi

Un fascinante relato sin ficción que durante años conmocionó a la sociedad mexicana y llegó a generar un incidente diplomático entre Francia y México

Fernando Savater

Los medios están ligados a intereses políticos, policíacos en este caso. El sistema de medios hace más difícil que funcione el sistema penal

Jorge Volpi

El tema central no es entender a los criminales, como ocurre en otras novelas documentales. Es saber si es posible conocer la verdad

Jorge Volpi

EL CAPÍTULO 1

1. La aguja y el pajar

La mejor manera de empezar una historia es con otra. Para narrar el caso de Israel Vallarta y Florence Cassez, los protagonistas de esta novela documental o de esta novela sin ficción, debo dirigir la mirada hacia un personaje en apariencia secundario: su nombre es Valeria Cheja, acaba de cumplir 18 años y estudia en una preparatoria privada de la Ciudad de México. Una adolescente de clase media como tantas: vanidosa, fiestera, ávida de mundo. Observémosla la mañana del 31 de agosto de 2005: el cabello negro, la camiseta blanca y los pants azules con jaspes también blancos del uniforme. Valeria suele pasar por sus amigas en el Seat rojo que le regalaron sus padres, pero hoy debe exponer en su primera clase y prefiere marcharse sola, consciente de que cada mañana la Ciudad de México se transforma en un campo de batalla donde millones de automovi­listas se rebasan y amontonan en filas interminables a una velocidad que rara vez excede los veinte kilómetros por hora.

El aire fresco golpea su rostro cuando, cerca de las 07:40, sale al patio, arroja su mochila en el asiento del copiloto, toma su lugar frente al volante y enciende el motor. Entre su casa y el Colegio Vermont median unos veinte kilómetros y Valeria sabe que, si no se da prisa, el trayecto puede tomarle el doble de tiempo. La joven toma San Francisco Culhuacán y, poco antes de doblar hacia Taxqueña, un Volvo blanco se detiene frente a ella. La joven supone que el conductor ha sufrido una avería y frena en seco; por el retrovisor se percata de que una camioneta negra bloquea el paso a sus espaldas. El susto apenas le permite distinguir a los dos enmascarados que descienden del automóvil. Uno de ellos estrella la ventanilla de su lado izquierdo, le grita que no se mueva y la amenaza con una pistola, en tanto el otro la obliga a pasarse al asiento trasero del ve­ hículo y se acomoda al volante; un tercer sujeto aborda la van negra.

Valeria se da cuenta de que el primero es el jefe de la banda, pues los demás se limitan a seguir sus instrucciones. Cuando el Volvo arranca de nuevo, éste le ordena quedarse callada y el sujeto a su lado la obliga a sumir el rostro en el asiento. El Seat avanza unos metros, gira en una callejuela y se estaciona. Uno de sus captores le cubre la cabeza con una manta, la obliga a bajar y la trepa en la camioneta sin ventanas; finalizado el trasiego, lo tres vehículos se ponen otra vez en marcha. Asfixiada por el roce de la cobija, a la joven se le ocurre balbucir que está a punto de sufrir un ataque de asma. Los secuestradores le quitan la manta del rostro y le preguntan si necesita alguna medicina.

“Me dan miedo las armas”, se justifica Valeria, fin­giendo que se ahoga.

“No te preocupes, las vamos a esconder”, respon­den sus captores y guardan rifles y pistolas debajo del asiento.

No será la primera vez que Valeria se valga de su astucia para obtener concesiones de sus secuestradores.

Al cabo de diez minutos, la camioneta aminora la velo­cidad, da un rápido giro, atraviesa una verja —la joven escucha el rechinido de un portón metálico— y se estaciona en un patio interior. Los secuestradores la cargan en hombros, la introducen en la propiedad y la depo­sitan en una incómoda silla de madera. El jefe de la banda, a quien los demás llaman Patrón, le pregunta cuánto dinero cree que su familia podría pagar como rescate. Pese al aturdimiento, Valeria inventa que Mayco Diseños, la empresa textil de su madre, atraviesa por se veras dificultades económicas y le explica al Patrón que está sometida a un par de auditorías del Seguro Social y de Hacienda.

El secuestrador le exige entonces su celular; Valeria rebusca en su bolsillo y le entrega el Nextel que le regaló su madre.

Son las 07:50.

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